Cuando uno ve la sucesión de errores
cometidos por los distintos pueblos que en el mundo han sido... llega
a pensar que no tenemos remedio...
En primer lugar porque si nos fijamos
en la historia (no en las leyendas) sino en los hechos en si, resulta
meridianamente claro que el ser humano tiene una serie de
características generales (supongo que inherentes a la raza, como
cualquier otro animal) muy definidas y que no son elogiables
precisamente: Avaricia, Envidia, Codicia, Egoísmo y un largo
etcétera, pongan ustedes las que más les guste (o las que más asco
que les de, que para el caso es lo mismo). Todo esto, aderezado con
el sentimiento más poderoso que nos asiste (miedo, por si no lo
saben) hacen de nosotros unos especímenes especialmente
destructivos.
Hasta aquí creo que no es necesario
poner demasiados ejemplos, basta con echar un vistazo a todos los
sistemas de poder que en el mundo ha habido, salvo contadas
excepciones (lógicamente encabezadas por gente excepcional) que
tuvieron una mínima duración, los sistemas de poder se basan en dos
puntos principales. La fuerza (bruta, sin paliativos en épocas
pretéritas y más sibilina en tiempos más cercanos) y en el miedo.
Si reflexionamos un poco, nos damos
cuenta de que la primera no vale nada sin la segunda y la segunda es
despreciable frente a gentes honestas, dispuestas a enfrentarse a lo
que fuera necesario en busca de un fin justo (que no es lo mismo que
interesado), entonces es cuando, tristemente, podemos percibir que el
hombre en general, es el bicho más mísero y cobarde de cuantos hay
en la creación.
En estos sistemas de poder La verdad
es que en mayor o menor medida ha estado siempre en manos de ciertos
grupúsculos que cual virus de la gripe han ido mutando y moviendo
los hilos para perpetuarse en la butaca.
Esto, que, aunque pudiera parecerlo, no
es cosa de magia se debe a la conjunción de dos factores; la
inteligencia (ese don que se supone a los seres humanos y que la
experiencia dicta que la mayoría o no lo posee o no la usa, que no
se que es peor) y la falta de escrúpulos, en realidad más a esto
último que a lo primero.
Yo, que soy agnóstico, me voy haciendo
anti-teocrata con la edad, básicamente porque los distintos dioses
son el verdadero medio por el cual nos manipulan. No, no me digan que
hoy la gente no va a misa, porque el dios de nuestra era es el
dinero, y, ¿quien no ha pisado una sucursal bancaria?
No importa realmente si los bancos lo
tienen o no, no importa si la gente adolece de el, lo que
verdaderamente importa es que por medio de el nos controlan, porque
ellos son los que controlan ese dios que rige nuestras vidas (el
dinero) y por tanto el poder. Se manipula a la gente, pero solo
porque esa gente es demasiado cobarde, demasiado deshonesta y
demasiado egoísta para pelear a cara descubierta por lo que en
justicia (hablo de justicia, no de ley) le pertenece.
Voy a intentar ilustrar esto con unos
ejemplos::
-Las manifestaciones por la sanidad
pública de los propios trabajadores de esta. Esta gente no se
manifiesta por los usuarios de la misma, sino por sus derechos (ojo,
no digo que no sean legítimos) lo que no es legítimo es la mentira
a la que se acogen para mantener su estatus, porque en un momento de
pobrezas y necesidades, salir a la calle exigiendo el mantenimiento
de las propias prebendas no se vería con buenos ojos y así usamos
el cinismo para conseguir fines prostituidos, que de otra forma
serían muy respetables, pero poco populares. Es decir cambiamos el
discurso por miedo a la envidia del vecino, la miseria del otro nos
vuelve miserables para defendernos
Vivimos en el mundo de la mentira,
porque vivimos en el mundo de la comunicación en otra época, se les
aplastaría a mandobles, hoy se les ningunea mientras los demás
miran a otro lado ¿acaso ellos no lo hicieron cuando los problemas
eran de otros?
Los problemas por los desahucios: No
puedo obviar aquí que las hipotecas infladas por encima del precio
real de las viviendas y el otorgamiento de prestamos por encima del
100% del valor de los inmuebles fueron consentidas e incluso
alentadas por los bancos, pero: también fueron aceptadas y muy
gustosamente por gente cuya ilusión era vivir cómodamente por
encima de sus posibilidades, sin más fundamento que su deseo de que
todo en la vida fuera de color de rosa. Los bancos son culpables de
haber seguido y alentado unas practicas ilegales, pero esta gente es
culpable de irresponsabilidad y avaricia como poco. Así, manipulamos
la verdad, cada uno en beneficio propio; la gente se suicida por
perder su hogar, debemos permitir la dación en pago para evitarlo.
No, señores, la gente se suicida por un conjunto de razones mucho
más complejas que perder su casa, ustedes están usando sus
cadáveres en provecho propio, porque lo han pintado para excusarse y
darnos pena, pero la realidad es que se puede vivir con muchos menos
lujos y en casas alquiladas, sin desenterrar muertos para que sirvan
a nuestros propósitos (triste afición por cierto, esta que tenemos
en España de andar desenterrando muertos, habríamos hecho mejor en
preocuparnos cuando estaban vivos, ya es hora de dejarlos en paz).
A ver si alguien va a creer que
pretendo defender a los bancos, de eso nada, si un banco quiebra que
quiebre y si cierra, pues como cualquier otra empresa que lo ha
tenido que hacer y si sus propietarios se arruinan, pues bienvenidos
al club, eso es el libre mercado, ¿no lo propugnaban ustedes? Y no
me cuenten que son “imprescindibles” para el sostenimiento de la
economía, entonces que se nacionalicen, las estructuras y servicios
“imprescindibles” para la comunidad son públicas (¿acaso a
alguien se le ocurre privatizar las fuerzas de orden del estado?), si
los bancos lo son, que sean públicos y sino, el que cierre cerró y
a otra cosa mariposa.
No quiero decir con todo esto que no
debiera regularizarse la ley hipotecaria, claro que si, pero desde
una perspectiva justa y realista. Una hipoteca sobre un bien
inmueble, afecta a este bien, si Pepe Pérez es su propietario y
decide ponerla como aval frente a un préstamo que le hace Pepe
López, allá ellos, que sepan a que atenerse y que ninguno venga
llorando después, la cuestión es que la ley tenga perfectamente
delimitadas las responsabilidades y derechos de los dos Pepes y que
cada uno de ellos sepa cual son sus obligaciones y derechos y los
afronte, eso es responsabilidad, eso es honestidad y eso debería ser
la cochina realidad, si el ser humano pudiera, que no puede,
calificarse en general de “persona”.
Ahora volvamos al tema inicial, el
control del pueblo y el poder, el cachondeo de los políticos: Tu
robas, tu más, tu estafas, tu más, etc. Parece un partido de tenis
y los espectadores solo tenemos una seguridad: que nos mienten. Aquí
nadie le dice la verdad ni al médico. Pero ahí siguen, con unas
leyes que no les controlan y que solo ellos pueden cambiar ¿realmente
alguien cree que no seguimos bajo su yugo al igual que en tiempos
pretéritos? Esta gente se hace con el poder (no digo que lo ejerce,
porque eso implica un montón de cosas empezando por responsabilidad,
que no está en sus vocabularios) y se dedica a favorecer los
intereses más poderosos que encuentra a su alrededor, en beneficio
propio (y digo propio, porque los favores a terceros, son solo en
interés propio, no de estos últimos, si no saco nada haciendo
favores o no pierdo dejando de hacerlos, desde luego, no muevo un
dedo, a ver si alguien cree todavía que saben lo que significa
lealtad, hablamos de su idioma particular, muy limitado). Pero todos
estamos encantados en esa mentira, porque unos sueñan con
sucederles, otros con que sus intereses sean mayoritarios y les
resuelvan la vida de gratis, algunos directamente chupan de los tetos
de la vaca por amiguismo y los cuatro gatos que creen en un sistema
honesto y en una sociedad más justa, sabemos que es mentira, que el
ser humano, en general, no busca esto, adora un sistema piramidal,
siempre y cuando el esté en los escalafones superiores de esa
pirámide, porque en cuanto pasa de un determinado nivel, comprende
que el rollo ese de la igualdad y los derechos, está para los que no
tienen su posición pero la desean, la diferencia está en lo que
cada uno es capaz de hacer o dejar de hacer para llegar ahí y el
problema de fondo es nuestra condición humana, lo miserables que
resultamos viéndonos a tamaño real, nuestros anhelos, nuestra
codicia, nuestra envidia, nuestro desprecio por los demás, solo
somos capaces de respetar nuestro miedo.
Una pequeña reflexión ¿que país o
que sistema de poder tiene o tuvo verdadera capacidad para detener al
pueblo que subyugaba cuando este se levantó en armas acuciado por el
hambre y la necesidad? La respuesta es simple, ninguno. El equilibrio
se mantiene mientras el miedo a la autoridad es mayor que el miedo a
la perdida de las necesidades básicas (no para sobrevivir, la idea
de lo básico depende de cada humano en cada momento de su vida), en
el momento que el miedo a la perdida es mayor que a la autoridad y se
generaliza, la primera es derrocada, solo para dejar paso a otra más
conveniente en ese momento y la pirámide se vuelve a construir, con
otros materiales, otras circunstancias, otros nombres, pero al fin
con lo más raquítico (moralmente hablando por supuesto) de la
sociedad de cada época en la cúspide.
No quiero decir con esto que la
evolución de la sociedad humana haya sido inútil, ni mucho menos, a
lo que voy es que a partir de un determinado punto está total y
absolutamente limitada por nuestra incapacidad para la cooperación
desinteresada.
Solo nos acordamos de Santa Barbara
cuando truena. A nadie le preocupó si lo que hacia el gobierno era
justo o no, si los mercados eran buenos o malos, hasta que empezó a
afectarle personalmente. ¿Que no?
Hace años también había desahucios,
pero como la cosa era minoritaria, nadie se preocupó.
Hace años la sanidad no era tan
deficitaria, entonces nadie se preocupó de cuidarla, nadie se cortó
a la hora de aprovecharse, desde los usuarios que exigían
ambulancias en muchísimos casos innecesarias hasta los facultativos
que cobraban un dinero por tener dedicación exclusiva y después
trabajaban en lo privado, con la aquiescencia (naturalmente) de la
administración.
Cuando los distintos gobiernos de este
país y sus comunidades autónomas dilapidaban millones en construir
aeropuertos. Con lo bonito que queda, nadie miró a quien
expropiaban, si era justo o no. Si eran necesarios, si tenía
sentido, si nos lo podíamos permitir.
Cuando se permitía a las empresas
pre-jubilar a gente con 45 años y sueldos por encima de 3.000€
mensuales por estar en casa. Bien que callaron los sindicatos, a
pesar del agravio comparativo frente a jubilados reales que percibían
mucho menos y bien que se defendió las jubilaciones no contributivas
y se olvidó a los que con su esfuerzo las hicieron posibles,
disminuyendo año a año la capacidad adquisitiva de aquellos que las
habían ganado con su esfuerzo.
Cuando cualquier iletrado ganaba más
dinero al mes que los licenciados con profesiones liberales.
Y así podría seguir horas, pongan un
larguísimo etcétera y díganme ¿quien entonces salió a la calle a
defender los derechos de los demás, ante injusticias flagrantes?
todos mirábamos a otro lado, porque no teníamos ni necesidad ni
ganas de escucharlos. Ahora, como algunos de estos grupúsculos son
más numerosos, creen tener más razón y eso es totalmente falaz, Lo
que es justo, lo es siempre, desgraciadamente vivimos en una sociedad
acomodaticia, en la que palabras como esfuerzo, responsabilidad,
honestidad, no tienen sentido. Si lo tienen en cambio falsos
parámetros de compasión mal entendida, falsos valores morales que
rehuyen la más elemental reflexión.
La razón o la justicia no son valores
acomodaticios maleables a nuestra conveniencia, son estructuras
morales, que, de ser honestas, contienen unos parámetros de vida muy
concretos e inamovibles, demasiado precisos, demasiado exigentes para
el ser humano corriente. Al final todo se resume en una frase: “De
las personas te puedes fiar, de los seres humanos no”, Lo que hace
triste esta reflexión es que conozco a miles de seres humanos y...
tan pocas personas.